Hay veces en que me resulta muy duro ponerme a escribir, pero no quiero dejar de hacerlo. En esta ocasión, aunque tengo un nudo en el corazón, no quiero dejar de mostrar mi pesar por un amigo que nos ha dejado, uno de mis amigos más queridos y más antiguos en el mundo de la didáctica de la matemática.
El pasado sábado nos dejó el gran Antonio Aranda Plata, por una complicación infecciosa en una intervención de rutina.
Yo conocí a Antonio en el año 1979, y desde entonces ha sido un maestro, un referente y, sobretodo, un amigo con el que he pasado multitud de vicisitudes de todo tipo. Entonces formábamos parte del Colectivo de Didáctica de las Matemáticas de Sevilla, un grupo en la estela de los Grupos Cero de Valencia o el Grup Zero de Barcelona. Desde entonces hemos estado en multitud de eventos juntos, ya que, salvo la época que pasó en Andorra, no se ha celebrado casi ninguna actividad importante de didáctica o divulgación matemática en Sevilla en la que no haya estado implicado en menor o mayor medida.
Juntos estuvimos en la gestión y creación de la Sociedad Andaluza de Educación Matemática Thales. Ha tenido todos los cargos de gestión que se puedan pensar en las sociedades de profesores y, aparte de su trabajo siempre recordado con cariño por los que fueron sus alumnos y después se convirtieron en compañeros, hay que destacar su calidez humana, su disposición siempre a ayudar, su clarividencia y sus cualidades siempre a compartir. Toda su labor profesional y humana fue premiada cuando en el año 2003 se le entregó, en las JAEM de Canarias, el premio Gonzalo Sánchez Vázquez, un premio especialmente significativo para él por sus muchos años de trabajo en común con Gonzalo. He querido recordarle en ese momento, por eso añado una foto de esas jornadas en que está junto a su mujer Mª José y un grupo de amigos.
A pesar de estar jubilado desde hace muchos años, en ningún momento se ha encontrado alejado del mundo matemático, basta tener en cuenta que seguía teniendo su despacho en la facultad como cuando estaba en total actividad. Fue uno de los organizadores del proyecto ESTALMAT (EStímulo del TALento MATemático) en Andalucía y durante muchos años fue el encargado de la gestión de la sede occidental de ese proyecto.
Aunque los últimos años pasó por malos momentos, siempre que podía y se encontraba con ánimo, participaba en cualquier actividad que se le pusiera a tiro. Los últimos momentos que disfruté de su compañía fue, hace ahora aproximadamente un mes, durante la celebración del Concurso de Otoño celebrado en la Facultad de Matemáticas, donde estuvimos vigilando las pruebas, corrigiendo y organizando los diplomas para los premiados, algo de lo que siempre se encargaba. En ese día, lo encontré lleno de energía, animado como en sus buenos momentos y con unas ganas tremendas de vivir y disfrutar de sus amigos, de su coro y de su familia, sobretodo de sus nietos. Por ello, ha sido aún más duro el inesperado choque al que me enfrenté ayer.
Por mucho que dijera no podría hacer honor a su persona, a lo que me enseñó, y a lo que significó para mí. Vaya desde aquí un recuerdo con todo mi cariño para alguien a quien echaré mucho de menos.
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El pasado sábado nos dejó el gran Antonio Aranda Plata, por una complicación infecciosa en una intervención de rutina.
Yo conocí a Antonio en el año 1979, y desde entonces ha sido un maestro, un referente y, sobretodo, un amigo con el que he pasado multitud de vicisitudes de todo tipo. Entonces formábamos parte del Colectivo de Didáctica de las Matemáticas de Sevilla, un grupo en la estela de los Grupos Cero de Valencia o el Grup Zero de Barcelona. Desde entonces hemos estado en multitud de eventos juntos, ya que, salvo la época que pasó en Andorra, no se ha celebrado casi ninguna actividad importante de didáctica o divulgación matemática en Sevilla en la que no haya estado implicado en menor o mayor medida.
Juntos estuvimos en la gestión y creación de la Sociedad Andaluza de Educación Matemática Thales. Ha tenido todos los cargos de gestión que se puedan pensar en las sociedades de profesores y, aparte de su trabajo siempre recordado con cariño por los que fueron sus alumnos y después se convirtieron en compañeros, hay que destacar su calidez humana, su disposición siempre a ayudar, su clarividencia y sus cualidades siempre a compartir. Toda su labor profesional y humana fue premiada cuando en el año 2003 se le entregó, en las JAEM de Canarias, el premio Gonzalo Sánchez Vázquez, un premio especialmente significativo para él por sus muchos años de trabajo en común con Gonzalo. He querido recordarle en ese momento, por eso añado una foto de esas jornadas en que está junto a su mujer Mª José y un grupo de amigos.
A pesar de estar jubilado desde hace muchos años, en ningún momento se ha encontrado alejado del mundo matemático, basta tener en cuenta que seguía teniendo su despacho en la facultad como cuando estaba en total actividad. Fue uno de los organizadores del proyecto ESTALMAT (EStímulo del TALento MATemático) en Andalucía y durante muchos años fue el encargado de la gestión de la sede occidental de ese proyecto.
Aunque los últimos años pasó por malos momentos, siempre que podía y se encontraba con ánimo, participaba en cualquier actividad que se le pusiera a tiro. Los últimos momentos que disfruté de su compañía fue, hace ahora aproximadamente un mes, durante la celebración del Concurso de Otoño celebrado en la Facultad de Matemáticas, donde estuvimos vigilando las pruebas, corrigiendo y organizando los diplomas para los premiados, algo de lo que siempre se encargaba. En ese día, lo encontré lleno de energía, animado como en sus buenos momentos y con unas ganas tremendas de vivir y disfrutar de sus amigos, de su coro y de su familia, sobretodo de sus nietos. Por ello, ha sido aún más duro el inesperado choque al que me enfrenté ayer.
Por mucho que dijera no podría hacer honor a su persona, a lo que me enseñó, y a lo que significó para mí. Vaya desde aquí un recuerdo con todo mi cariño para alguien a quien echaré mucho de menos.